Hay viajes que se planean, otros que simplemente suceden y luego están los que te cambian. Este fue uno de esos. Un punto de inflexión. Un antes y un después. Un viaje con amigas que nos sacó de la rutina, del "yo nunca" para convertirlo en "yo sí", "yo a veces", incluso "yo siempre", y no solo sin culpa, sino con orgullo.
Salimos de nuestras zonas de confort para encontrarnos más cómodas que nunca. Porque a veces no se trata de dónde estás, sino con quién. Nos reímos, mucho. Lloramos, pero de risa también. Nos conocimos más, nos escuchamos de verdad. Y entre confidencias profundas y risas hasta que dolía el estómago, arreglamos el mundo una conversación a la vez.
Pasaron cosas. Muchas cosas. La sombrilla salió volando como si nos dijeran que también nosotras estábamos listas para alzar vuelo. Y de eso se trataba: transformar, convertir lo inesperado en inolvidable.
Nuestro coche era una nave espacial—metafóricamente y casi literalmente—pero conservaba su esencia clásica, con su gallinero particular. Caos, risas, música, y una sensación de libertad intensa.. Éramos una tripulación improbable, pero perfectamente sincronizada.
Nos convertimos en “las de la primera fila”. En las que se lanzan, en las que no se lo piensan, en las que lo viven todo como si no hubiera un mañana. Hubo momentos F. All Stars que queríamos vivir hasta el infinito: bailes, abrazos, confesiones, complicidades instantáneas; y también hubo otros momentos de plaza en avalancha de personas y caballos que decidimos no repetir más. Pero todo cuenta. Todo suma.
No se puede pagar por vivir algo tan auténtico, tan de verdad. Compartirlo con los residentes, con esa amiga que nos abrió su mundo y su familia como si fuéramos parte de la historia desde el principio, vivir las fiestas desde dentro, desde el alma misma de la celebración… ha sido un regalo.
Sufrimos el calor, sudamos hasta deshidratarnos, sí. Pero ni eso nos quitó la alegría. Porque cuando estás en el lugar correcto, con la gente correcta, todo tiene sentido.
Este viaje ha sido más que una escapada. Ha sido una declaración de intenciones. Una forma de gritarle al mundo que estamos vivas, que somos muchas cosas a la vez, que no nos da miedo sentir, vivir, reír, caernos y volvernos a levantar. Porque, al final, así es como decidimos atravesarlo todo: jodidas, pero contentas.