YA NO LLORO

Ya no lloro. 
Aunque tenga ganas. 
Me invade un pesar y dejo que me atraviese.
Pero no lloro. 

Y si me dejara habitar por la pesadumbre
y rumiara ese dolor
me quedaría sentada mirando hacia la pared sin hacer nada.

Y sin embargo, he dejado de pensar,
permanezco emocionalmente inmóvil
pero físicamente activa, 
me levanto y hago,
y el movimiento me trae desahogo
y una sensación que me hace sonreír 
mientras escucho música y regreso al lugar
donde ese vacío me invade otra vez.

EN CONSTANTE TRANSFORMACIÓN

Caminamos nuestra rutina a diario: los mismos pasos, el mismo camino, la misma hora. Nos cruzamos con las mismas caras, repetimos la misma sonrisa, el mismo saludo automático. Y sin embargo, detrás de esa aparente repetición, algo cambia constantemente. Yo no soy la misma de ayer. Cada día, sin que nadie lo note, estreno una versión distinta de mí.

¿Dónde ocurre esa transformación silenciosa? ¿En qué paso se descose lo viejo para dar espacio a lo nuevo? ¿En qué momento exacto mi interior se acomoda a una forma diferente de ser? En esa continuidad predecible también habitan las grietas donde el interior se reinventa. En esa constancia se ocultan momentos invisibles de cambio, de cierre, de comienzo. Y me lo pregunto, mientras rutinamos, de todos los días que atravesamos con piloto automático, ¿en cuántos dimos una sonrisa auténtica, y en cuántos nos envolvimos en un cordial disfraz? A veces, alguien me ve a la misma hora, en el mismo lugar, y cree que nada ha cambiado. Pero sin saberlo, ha sido testigo del cierre silencioso de una etapa. Quizás no lo notaste, pero mientras cruzábamos miradas, nacía una nueva versión de mí.

SIN PROMESAS

Llené tu noche sin promesas.
No fui recuerdo,
ni olvido.
Solo un paréntesis.